En el cuadro destacan los planos de colores lisos y luminosos. En esa época el artista estaba experimentando con la técnica: mezcla los pigmentos con barniz o con parafina con la intención de lograr una técnica similar al temple pero más rápida y sencilla de aplicar.
La luminosidad de la fachada blanca de la casa se consigue dejando a la vista la imprimación blanca del lienzo.
En numerosas partes del cuadro aparecen pinceladas de los colores más variados, yuxtapuestas y con aspecto desordenado, que dan un gran dinamismo a la obra a la vez que una gran fuerza expresiva.
El muro amarillo anaranjado de la derecha es el contrapunto del cielo de color azul profundo. Ambos están situados en esquinas opuestas de la composición.