¡Eh, Mateo! Estoy aquí. ¡Aquí! Viajando en una casa giratoria... Es una extraña casa, verás, Mateo. Hace muchos, mucho tiempo, existió una extraña hechicera. Era una mujer hermosa, pero sin corazón. Cada mañana, montaba en su casa giratoria, que estaba construida de plata y oro y tenía siete puertas. Cada una de esas puertas tenía un nombre: PUERTA DO, RE, MI, FA, SOL, LA SI.... Y cada una de ellas se cerraba con siete llaves
La hechicera viajaba en su casa giratoria alrededor del mundo en busca de música...
Sí. Amaba la música de forma tan diabólica, que deseaba poseerla sólo para ella...
Creí que empezaba a marearme, subido a aquella casa que sólo hacía girar y girar...
- ¡Eh! Caballo, ¿dónde estás?
-
Chissssst! Calla, estoy aquí, detrás de la hechicera. ¿No ves que puede oírnos?
Cuando descubría algún músico, algún cantor que creaba bellas músicas, lo invitaba a su castillo.
¡Ajajá!, pensaba; éste ha de ser para mí...¡¡Ja, ja, ja!!
Y así era: cuando llegaban al castillo, le rogaba que empezara a tocar, o a cantar.
Y lo conducía hasta su cámara secreta. Allí tenía un portentoso laboratorio en el que grababa la música y la voz del artista. .. Pero, al hacerlo...
Ahí dejé de escuchar al caballo.
- Debe de estar en un laboratorio de grabación... Chicos, ayudadme...
¡Sí, aquí estoy! El laboratorio era un diabólico sistema que, al grabar en los discos la música y la voz, se apoderaba de ella, arrebatándosela a los músicos. De tal manera, que no podían volver a tocar o a cantar.
- ¡Sólo será mía, mía,!-gritaba la hechicera- ¡Nadie más que yo podrá escucharlos!
-
¿y los músicos? -pregunté yo.
-
Quedaban sin memoria. Y ella los conducía a través de un largo, largo túnel, hasta los aposentos de su fortaleza, donde hacía que la sirvieran... Sí, así tenía como criados a los músicos más sensibles de todo el universo..