Tenía un mantel rosa que era mágico: servía él sólo los manjares que la hechicera deseaba. Sólo había que tocar una melodía. Sus criados tocaban para ella:
OTRA VEZ SE HA PERDIDO ¿DÓNDE ESTÁ EL CABALLO AZUL? Era un país hermoso, en el que todo era música y canciones. Siempre escuchaban las más hermosas melodías... La gente cantaba arias y zarabandas, endechas y fandangos y no dejaban de danzar a su ritmo por todas las ciudades... Todo despedía siempre en aquel reino un aire de alegría y fiesta despreocupada. Y en ese reino nació el hijo de un príncipe. Al nacer, emitió un hermoso llanto, que parecía una endecha, o una soleá... La reina se dio cuenta de que su hijo era un gran cantante... pero como sabían que si la hechicera se enteraba, vendría a robarle su voz y a quedárselo para siempre, los reyes decidieron esconderlo. El hada de palacio le hizo un encantamiento antes de marcharse: Te olvidarás de cantar... Pero le dio tanta pena, por la hermosa voz de su príncipe, que añadió: Sólo volverás a cantar si algún día conoces el amor de una verdadera princesa... Así, se lo llevaron a un viejo campesino, que lo crió con gran cuidado, procurando no enseñarle nada de música ni de canciones... Hasta que un día, cuando el muchacho cumplió los 15 años, estaban en el campo, viendo cómo crecían las espigas verdes... En ese momento, pasó por allá una linda muchacha cantando una vieja canción: De mi reino de Silencio me marché... Por querer cantar en él Mi canción fue mi castigo Y yo la llevo conmigo Pues no olvido yo aquel reino que dejé por querer cantar en él... Y él la cantó junto al río.. Y el príncipe le dijo al campesino, al que creía su padre: padre, siento un dulce temblor en el pecho y en la garganta... Escucha... Y volvió a cantar. |
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