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Obras
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Maestros antiguos. Profesores. Obras 5.

El Greco

Anunciación, 1596-1600

Óleo sobre lienzo 114 x 67 cm.

Sala 11

Domenico Theotocopuli nació en Creta en 1541, trabajó en Italia desde 1568 y se trasladó a España en 1577 donde vivió hasta su muerte en 1614. Después de pintar iconos en Creta y obras influidas por la Escuela de Venecia llegó a Toledo donde empezó a realizar encargos para la Catedral y para el Monasterio de Santo Domingo el Antiguo, en los que se irá definiendo su estilo.

Esta Anunciación, según los estudios realizados, puede ser un boceto para la obra definitiva que actualmente se exhibe en el Museo del Prado, aunque para otros historiadores pudiera tratarse de una reducción. Se sabe que El Greco realizaba reducciones de sus obras mayores que le servían de muestrario para enseñar a los clientes que iban a su taller.

La Anunciación fue encargada para presidir el retablo del Colegio de Nuestra Señora de la Encarnación llamado de Doña María de Aragón, dama de doña Ana, cuarta esposa de Felipe II, que fue su fundadora. El encargo se hizo en el año 1596 y se entregó en 1600, por lo que podemos situar su ejecución entre ambas fechas.

En este lienzo El Greco representa por primera vez una Anunciación a lo divino como mandaba el espíritu de la Contrarreforma, el espacio en el que está la Virgen es invadido por el cielo y el ángel que llega en una nube, además aparece una cohorte de ángeles músicos. Un elemento extraño es la zarza ardiente sobre el costurero de María que alude al encuentro de Moisés y Dios en la montaña.

El Greco mantiene una división habitual en sus obras en dos zonas: un espacio inferior en el que se encuentra la Virgen y otro superior en el que se sitúan los ángeles. Es interesante la zona intermedia que sirve al mismo tiempo de enlace y de separación entre las escenas, en ella se encuentra la paloma del Espíritu Santo que inunda de luz el cuadro. La composición de esta obra hace que nuestra vista se dirija a la parte superior del lienzo. El Greco prescinde de la perspectiva, creando un espacio pictórico indefinido. Tanto en el tratamiento de la figura como en la anatomía de las mismas se deja ver la influencia del Manierismo, estas figuras se caracterizan por la esbeltez y la sinuosidad, así como las posturas retorcidas.

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