Maestros antiguos. Profesores. Obras 12. |
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Caspar David Friedrich
Mañana de Pascua, 1833 Óleo sobre lienzo 43,7 x 34,4 cm. Sala 31 El Romanticismo, con su ruptura con la tradición pictórica anterior, supone una profunda transformación del arte. El pintor que mejor encarna esta revolución en Alemania es sin duda Friedrich (1744-1840) y la obra que nos ocupa resume a la perfección muchas de las características del movimiento y de la manera de concebir el arte del pintor alemán. Para los artistas románticos ningún género es considerado inferior a otro, por eso toman mayor protagonismo géneros considerados inferiores hasta la época como el paisaje. Pero el paisaje no es concebido tan sólo como algo descriptivo, el paisaje sirve para plasmar en el lienzo la relación del Hombre con la Naturaleza. En esta obra las figuras, de espaldas al espectador como en otras muchas obras de Friedrich, se integran en el triste ambiente del paisaje mientras son absorbidas por la melancolía que emana de la escena. La profunda tristeza, encarnada en la luz y los árboles desnudos, tiene mucho que ver con la idea romántica de que el artista, además de pintar fielmente lo que ve, debe representar lo que "el pintor ve en el interior de sí mismo". Friedrich era melancólico, hasta pesimista, y en sus paisajes nos muestra un mundo enorme, abrumador, donde no existe otro sentimiento humano que no sea la tristeza. La naturaleza ha dejado de ser el recuerdo del Edén de la pintura galante del siglo XVIII para convertirse en algo hostil o sobrecogedor: el hombre se siente minúsculo frente al inmenso poder de la Creación. El poder de los elementos sirve para que el artista romántico, de gran espiritualidad, haga de la Naturaleza un símbolo del poder divino. Con el Romanticismo, la pintura religiosa, deja de ser un género narrativo para convertirse en algo exclusivamente simbólico. Con ello la tradición iconográfica del cristianismo se ve, como el arte de la pintura, renovada. |
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