GUARDI, Francesco (Venecia, 1712 - Venecia, 1793)
Pintor casi exclusivo de figuras hasta casi 1760, año en que murió su hermano Giovanni Antonio, trece años mayor y dueño del taller en que tanto él, como su otro hermano, Niccolò, se formaron en el oficio de pintores, Francesco Guardi es universalmente conocido por ser un especialista en vistas. Su actividad como pintor de figuras es tan nebulosa como poco destacada. El Santo con el ostensorio del castillo del Buonconsiglio, en Trento, basado en un prototipo de Piazzetta, está firmado y puede situarse poco después de 1739. Suya es también, quizá, la luneta con la Visión de San Francisco —que acompaña a otras dos de mayor tamaño de Giovanni Antonio— pintada hacia 1738 para la iglesia parroquial de Vigo d’Anaunia, en el Trentino, cuyo párroco era su tío. Otras dos obras firmadas y, por cierto, de estilo muy próximo al de su hermano, son la Esperanza y la Caridad, actualmente conservadas en el Ringling Museum de Sarasota, mientras que parece dudosa la atribución a Francesco de la Sagrada Familia con ángeles (Ohio, The Toledo Museum of Art) para la que, seguramente, hay que plantearse la posible autoría de Giovanni Antonio.
La producción casi exclusiva de vistas, según las últimas afirmaciones de la crítica, empezó alrededor de 1755 con la Fiesta de jueves gordo en Piazzetta, conservada en una colección particular suiza, firmada y datada en 1756. Los primeros «caprichos» se publicaron después de 1760. No es fácil establecer cuáles fueron las fuentes directas del Guardi pintor de vistas, pero parecería fundada la afirmación del diarista Gradenigo, que, en 1764, lo describe como un «buen alumno del renombrado Canaletto». En efecto, las vistas relativamente «juveniles» de Francesco (a fin de cuentas fue artista durante casi cincuenta años) delatan una fuerte influencia de la búsqueda analítica del anciano maestro e, incluso, se basan en grabados canalettianos de los primeros años de 1740. La ruptura con los modelos del célebre especialista y el comienzo de un camino personal hacia espacios más luminosos, amplios e ilusorios, se produce a partir de los primeros años de 1770, con el ciclo de doce lienzos destinados al duque Alvise IV Mocenigo, que representan las Fiestas Ducales (hoy repartidas entre el Musée du Louvre, el Musée des Beaux-Arts de Nantes, y otros). En la enorme producción de Guardi destacan, con toda seguridad, las pinturas conmemorativas de la visita del papa Pío VI a Venecia (colecciones particulares milanesas y museos de Oxford y Cleveland), en 1782; otra obra prácticamente contemporánea de esta, el Concierto en la Sala de las Filarmónicas de la Alte Pinakothek de Múnich —uno de los seis lienzos pintados en honor de la estancia en Venecia de los «Condes del Norte»—; el Incendio de San Marcuola (del que se conocen varias versiones: Múnich, Alte Pinakothek; Venecia, Gallerie dell’Accademia), que representa un hecho real de finales de 1784; la Regata hacia Rialto (Lisboa, Fundación Gulbenkian, c. 1790). La viva fantasía de Guardi encontró su cauce natural en numerosos «caprichos», cuyos paisajes inventados seguramente se inspiran en las vistas fantásticas de Marco Ricci (tres lienzos antes conservados en el castillo de Colloredo di Montalbano, en el Friuli, y actualmente en el Metropolitan Museum de Nueva York).
Roberto Contini
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