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PINTURA DEL SIGLO XX EN FRANCIA, BÉLGICA, ESPAÑA E ITALIA
TORRES-GARCÍA, Joaquín (Montevideo, 1874 - Montevideo, 1949)
Paisaje urbano
1940
Óleo sobre cartón, 40 x 55 cm

Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

Existe un estilo propio de Torres-García, bien definido y que se reconoce inmediatamente, más o menos evidente según las obras y según las épocas, vinculado al mismo tiempo a técnicas pictóricas, a un imaginario y a un concepto muy personal de los detalles, que definía de este modo en 1939 en Historia de mi vida, utilizando la tercera persona para hablar de sí mismo: «Se puso a hacer una pintura sencilla. Pintaba cualquier cosa. Todo le parecía interesante: un fragmento de algún objeto, trozos de tierra, un cielo, el ángulo de una puerta, la fachada de una casa… De ahí pasó a las locomotoras, a los barcos, al puerto, a las calles, a las tiendas y a las fábricas, todo ello dentro de un gran dinamismo moderno. Provocó estupor». En su producción, a veces vuelven a aparecer brevemente algunos de los temas más recurrentes, como el paisaje urbano, y determinadas soluciones a problemas plásticos. En las composiciones parisinas de los años 1928-1930, el artista inscribe el plano frontal de una fachada, el recortado de los tejados, de las chimeneas. La ciudad sólo se reconoce por las inscripciones en francés: «Tabac», «Bière», «Épicerie»; se adivina Montmartre por las escaleras o las farolas de gas. En 1934, cuando decide regresar a Uruguay tras cuarenta y tres años de ausencia, la transformación urbana de la capital le causa una agradable impresión, de la que deja testimonio en estos términos en Universalismo constructivo: «A mi llegada a Montevideo me sorprendió muy agradablemente comprobar cuánto habían cambiado el aspecto de la ciudad y sus habitantes. Esto es, me dije, una ciudad moderna inmersa en la trepidante vida de nuestra época y que, excepto por su extensión, nada tiene que envidiar a otras grandes metrópolis. ¡Ya podéis suponeros mi alegría!». Más teórico que práctico, continuó con su exaltación del arte abstracto, que había comenzado en París en Cercle et Carré, mediante numerosas conferencias y publicaciones y alentando la actividad de un grupo de artistas con los que fundó, en enero de 1935, la Asociación de Arte Constructivo. Sin embargo, el arte de la última época de Torres-García no es exclusivamente constructivo. Para liberarse algo de los rigores de la abstracción, regresa de vez en cuando a estilos abandonados muchos años atrás o se dedica a ejercicios de estilo, a una especie de «recreo», como le dice un día a Claude Schaeffer, o de «vacaciones», que se concede para descansar la mente de teorías estrictas. Por ello pinta a veces paisajes como éste, no ejecutados del natural sino compuestos en el estudio a partir de apuntes o de obras más antiguas: vistas de las principales ciudades relacionadas con su obra, París, Menton, Villefranche-sur-Mer, Livorno, Bruselas, y también del campo de los alrededores de Barcelona. Su propósito sería deshacerse de sus hábitos. Cosa que ya había escrito en una «especie de manifiesto» titulado Art-Evolution, que se publicó en el único número de la revista Arc-Voltaic (febrero de 1918): «Según nuestra manera de ver, no hay nada definitivo. Es preciso que ignoremos lo que vamos a hacer mañana. Tenemos que situar en segundo término el trabajo propio de un planteamiento selectivo y entregarnos a lo que es espontáneo, a la noción intuitiva, a los estados de empatía con el mundo real. Tenemos que identificarnos con todo para conocer verdaderamente las cosas».

Emmanuel Guigon



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